¡Que pena que las guerras, la violencia, los desastres naturales y el egoísmo humano oculten la belleza del mundo!
Dios nos ofreció un paraíso que muchas veces no descubrimos y olvidamos.
El aleteo del mundo está vivo en cada una de las personas que lo formamos y podremos hacer de él un hermoso lugar donde vivamos o un horrible lugar donde pasemos sin sorprendernos de su belleza.
El mundo es demasiado grande para que podamos controlarlo, pero hay un espacio que está en mis manos: mi trabajo, mi familia, mis amigos...
De cada uno de nosotros depende que ese mundo que se nos ha regalado por amor sea un hábitat de concordia y amistad.
Encar_AM
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