Tú, Señor, dijiste:
"Quien quiera guardar su vida, la perderá;
y quien la gaste y dé por mí, la recobrará".
Gastar la vida es trabajar por los demás,
aunque no nos paguen;
hacer un favor
a quien nada puede darnos a cambio;
gastar la vida es arriesgarse incluso
al inevitable fracaso,
sin falsas prudencias;
es quemar las naves en bien del prójimo.
Gastar la vida no es algo que se haga
con gestos extravagantes y falsa teatralidad.
La vida se entrega sencillamente, sin publicidad,
como el agua de la fuente,
como la madre que da el pecho a su hijito,
como el sudor humilde del sembrador.
Enséñanos, Señor, a lanzarnos a lo imposible,
porque detrás de lo imposible
están tu gracia y tu presencia,
y no podemos caer en el vacío.
Amén.
Espinal Luis
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