Tú que renuevas la alianza con nosotros, danos el Espíritu de la reconciliación.
Desde el principio, el hombre no supo vivir reconciliado ni consigo, ni con el hermano. Pero tú, Dios, hiciste alianza con tu pueblo y en Jesús podemos encontrarnos y llamarte nuestro Padre. Ayúdanos a volver como el hijo extraviado, como la débil oveja perdida. Deseamos recibir el abrazo y el saludo de tu amor grande y desbordado para anunciarlo como liberación de todos los miedos y pecados.
No aceptamos reconciliaciones forzosas que procedan del dominio o del temor. No renuncia-mos a que la reconciliación sea signo del amor entre hermanos, y esté garantizada por la justi-cia. Queremos que la reconciliación nos cambie, como Jesús transformó a Zaqueo y nos ponga a trabajar juntos para crear lazos de justicia entre nosotros.
Que la reconciliación traiga la paz. Que el perdón entre nosotros, sin recelos ni venganzas, nos dé la paz y la alegría. Enséñanos a perdonar a nuestros deudores como tú perdonas nuestras deudas. Que la reconciliación que nos ofreces, Señor, nos dé la paz.
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