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En tus manos, Dios, me abandono

En tus manos, Dios, me abandono,
modela esta arcilla,
como hace con el barro el alfarero.
Dale forma, y después, si así lo quieres
hazla pedazos.
Manda, ordena ¿Que quieres que yo haga?
¿Que quieres que yo no haga?

Elogiado y humillado, perseguido,
incomprendido y calumniado,
consolado, dolorido, inútil para todo,
solo me queda decir a ejemplo de tu madre:
"Hágase en mí según tu Palabra".

Dame el amor por excelencia,
el amor de la cruz;
no una cruz heroica que pudiera satisfacer
mi amor propio;
sino aquellas cruces humildes y vulgares
que llevo con repugnancia. Las que encuentro
cada día en la contradicción,
en el olvido, el fracaso, en los falsos
juicioso en la indiferencia,
en el rechazo y el menosprecio de los demás,
en el malestar y en la enfermedad,
en las limitaciones intelectuales
y en la aridez, en el silencio del corazón.

Solamente entonces Tú sabrás que te amo,
aunque yo mismo no lo sepa,
pero eso basta.
 
P. Ignacio Larrañaga

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