MATEO 3,
13-17
Entonces
llegó Jesús desde Galilea al Jordán y se presentó a Juan para que lo bautizara.
Juan intentaba disuadirlo diciéndole: - Soy yo quien necesita que tú me
bautices, y ¿tú acudes a mí? Jesús le contestó: - Déjame ya, que así es como
nos toca a nosotros cumplir toda justicia. Entonces Juan lo dejó. Jesús, una vez bautizado, salió en seguida del
agua. De pronto quedó abierto el cielo y vio al Espíritu de Dios bajar como
paloma y posarse sobre él, y una voz del
cielo dijo: - Éste es mi Hijo, el amado, en quien he puesto mi favor.
UNA NUEVA ETAPA
Antes de narrar su actividad profética, los
evangelistas nos hablan de una experiencia que va a transformar radicalmente la
vida de Jesús. Después de ser bautizado por Juan, Jesús se siente el Hijo
querido de Dios, habitado plenamente por su Espíritu. Alentado por ese
Espíritu, Jesús se pone en marcha para anunciar a todos con su vida y su
mensaje la Buena Noticia de un Dios amigo y salvador del ser humano.
No es extraño que, al invitarnos a vivir en los
próximos años «una nueva etapa evangelizadora», el papa nos recuerde que la
Iglesia necesita más que nunca «evangelizadores de Espíritu». Sabe muy bien que
solo el Espíritu de Jesús nos puede infundir fuerza para poner en marcha la
conversión radical que necesita la Iglesia. ¿Por qué caminos?
Esta renovación de la Iglesia solo puede nacer de
la novedad del Evangelio. El papa nos invita a escuchar también hoy el mismo
mensaje que Jesús proclamaba por los caminos de Galilea, no otro diferente.
Hemos de «volver a la fuente para recuperar la frescura original del
Evangelio». Solo de esta manera «podremos romper esquemas aburridos en los que
pretendemos encerrar a Jesucristo».
El papa está pensando en una renovación radical
«que no puede dejar las cosas como están; ya no sirve una simple
administración». Por eso nos pide abandonar el cómodo criterio pastoral del
«siempre se ha hecho así» e insiste una y otra vez: «Invito a todos a ser
audaces y creativos en esta tarea de repensar los objetivos, las estructuras,
el estilo y los métodos evangelizadores de las propias comunidades».
Francisco busca una Iglesia en la que solo nos
preocupe comunicar la Buena Noticia de Jesús al mundo actual. «Más que el temor
a no equivocarnos espero que nos mueva el temor a encerrarnos en estructuras
que nos dan una falsa contención, en normas que nos vuelven jueces implacables,
en costumbres donde nos sentimos tranquilos, mientras afuera hay una multitud
hambrienta y Jesús nos repite sin cansarse: Dadles vosotros de comer».
El papa nos llama a construir «una Iglesia con las
puertas abiertas», pues la alegría del Evangelio es para todos y no se debe
excluir a nadie. ¡Qué alegría poder escuchar de sus labios una visión de Iglesia
que recupera el Espíritu más genuino de Jesús rompiendo actitudes muy
arraigadas durante siglos! «A menudo nos comportamos como controladores de la
gracia y no como facilitadores. Pero la Iglesia no es una aduana, es la casa
del Padre, donde hay lugar para cada uno con su vida a cuestas».
José Antonio Pagola
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