Señor Jesús,
Tú me dices hoy:
“Yo soy el Pan vivo… el que coma de este pan vivirá para siempre…
El Pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo.”
Esta es otra de tus definiciones: Jesús es el Pan vivo.
Tú, Señor Jesús,
antes de dejar este mundo,
a punto de marcharte a la casa del Padre te haces alimento cotidiano,
comida como la que estaba
en todas las casas de tu pueblo,
Tú te haces alimento ordinario, para ser comido, para alimentarnos.
¡Qué cosas más grandes haces, Señor Jesús, partiendo de lo cotidiano,
de lo pequeño!
Ha sido esta una de las maneras
de quedarte para siempre entre nosotros.
Este Pan que Tú nos das,
nos dices que “es mi Carne para la vida del mundo….
si no coméis la carne del Hijo del hombre
y no bebéis su sangre no tenéis vida en vosotros.”
Tú estás en el Pan de la Eucaristía para alimentarnos, para ser comida.
Si no entiendo mal
Tú quieres ser comido,
servir de alimento puesto en la Mesa para que compartido alimente a muchos.
¡Hasta dónde llegaremos!
Y nosotros, Señor Jesús,
como si se tratase de la cosa más normal del mundo,
estamos quizás demasiado acostumbrados,
con frecuencia te comemos y nos alimentas.
¡Pero si es algo extraordinario,
si se trata de lo nunca visto!
¡Qué cosas tienes, Señor Jesús!
Hoy me admiro, una vez más, de tantas cosas fenomenales que hiciste y sigues haciendo.
¡Qué grande eres, Señor Jesús! ¡Qué ocurrencias tienes!
Y siempre con la misma coletilla: “para vida del mundo…
el que me come vivirá por mi… el que come de este Pan vivirá para siempre”.
Te haces comida no para que te ensalcemos,
ni para que te construyamos grandes monumentos,
sino para dar vida, para alimentarnos, para bien nuestro,
para bien de las personas.
Eso debe ser lo que Tú quieres de nosotros que seamos portadores de vida,
que allí donde nos encontremos, alimentados con tu Cuerpo,
seamos siempre portadores de vida como Tú lo fuiste.
Perdón, Señor Jesús.
porque deseosos de otras cosas menos valiosas no sabemos apreciarte,
no sabemos valorar este alimento adecuadamente.
Perdón, Señor Jesús,
porque muchos de los que se dicen cristianos
no se acercan nunca a comerte.
Su alimento son otras cosas; aunque son de los tuyos,
no te conocen bastante todavía.
Gracias por este Pan bajado del cielo.
Ayúdanos, Señor Jesús,
para que comulgando tu Cuerpo, comulguemos con toda tu Persona:
con tu confianza y fidelidad a Dios,
con tus entrañas de misericordia ante toda miseria humana,
con tus predilección por los últimos.
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