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Escuchad, hermanos

ESCUCHAD, ESCUCHAD HERMANOS
Apaguemos las luces del mundo, para que allá al fondo,
en la oscuridad de la vida, amanezca la estrella.

¿Qué tengo que ver yo contigo, Señor? –dice la estrella a Dios-
Tendrás mucho que ver, si guías a los hombres
al que es Salvación.

Encendamos pues, hermanos, la estrella de la fe;
dejémonos guiar y seducir por ella
su resplandor nos dejará cara a cara con Cristo
¡Luce! ¡Brilla en lo más alto divina estrella!
Para que, mirándote a ti, sólo a ti
no vea ni descubra a nadie que no sea sino Dios
Apaguemos, apaguemos las luces del mundo,
todo que distorsiona nuestras miradas
aquello que distrae nuestro buscar al Señor.

Viene el Señor y, lo bueno de todo,
es que viene pequeño, humilde y humanado.
El Dios que tanto habló a los reyes y a los profetas
en Belén, en esta hora misteriosa,
no silabea, no dice nada…pero lo dice todo: AMOR
Amor por el hombre: y baja del cielo
Amor por el hombre: y nace en la tierra
Amor por el hombre: y gime en un portal.

Escuchad, hermanos, escuchad:
son los ángeles que anuncian la gran noticia
a un mundo que, hoy como entonces,
a Dios le cuesta acoger y recibir.

Son los ángeles quienes, con trompetas afinadas
con diapasón angelical
nos marcan el sendero que conduce hasta Belén.

¡Vayamos! ¡Corramos! ¡Nos postremos ¡ ¡Adoremos!
Apaguemos las luces del mundo
porque, las luces artificiales, frente al lucero divino,
no son nada y nos alejan de Dios

Javier Leoz

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