Con alegría y sonrisas en los labios, con ramas en nuestras manos y vítores en nuestras voces, aclamamos a Jesús que se adentra en las calles de Jerusalén camino de su pasión, muerte y resurrección.
Reconozcamos lo que el Señor es: ¡Señor!
Vivamos con plenitud lo que nos trae: ¡La Salvación de Dios!
Quedémonos, no ondeando las palmas, y sí manifestando públicamente que, Jesús, es el Mesías, el que tenía que venir, el que puede traer un orden nuevo a nuestro mundo, a la humanidad.
No faltarán dificultades. En este domingo de ramos se mezclan dos sentimientos: el júbilo y la pasión. Hoy, el Señor, es aclamado. ¿Y mañana? A la vuelta de la esquina será abandonado por los suyos, entregado, vendido y subido al patíbulo de una cruz.
Los mártires son representados con palmas en sus manos. Nosotros al enarbolar los ramos del Domingo de Ramos, también nos unimos a la causa de Jesús. Bien sabemos que no es tarea fácil ser de los suyos; que trabajar por sus ideas es ir, no siempre pero sí a menudo, en contra de otras tantas banderas que ondea la sociedad como fruto de un mal entendido o desequilibrado progresismo. Pero, los que nos sentimos cristianos, sabemos que –entre nuestras manos- levantamos y transmitimos los valores que Jesús nos trajo. Por ello mismo, el Domingo de Ramos, tal vez pueda ser un triunfo a medias: ¿Triunfó en verdad lo que predicó Jesucristo? ¿Eran conscientes de lo que aclamaban y a quién ensalzaban aquella muchedumbre? ¿Lo somos nosotros?
Recordáis aquellos viajes multitudinarios del Papa Juan Pablo II por diversas latitudes del mundo? ¿A quién se aplaudía? ¿Al mensajero o a su mensaje? ¿Dónde queda, en muchas ocasiones, el contenido del mensajero? Sería una buena reflexión para encarar estos días santos que se nos vienen encima.
Por ello mismo al izar hoy nuestras palmas manifestamos y proclamamos muchas cosas:
-Que la fe tiene dos vertientes: el gozo y la cruz
-Que Jesús puede bendecir al mundo con lo que más necesita: la paz
-Que la humildad, representada en un pollino, es el mejor vehículo para llegar a los corazones de las personas
-Que la Iglesia sigue vitoreando y gritando al mundo: ¡Jesús es Señor!
-Que seguir a Jesús nos exige fidelidad, constancia y no simples gestos
¡Feliz Semana Santa, hermanos! La vivamos con intensidad. Acompañemos al Señor que, durante estos días, nos dejará impresionantes lecciones de amor (en palabras y obras) y, sobre todo, preparémonos con alegría desbordante al fruto de la Pascua: su resurrección.
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