En ella se realizan las promesas de nuestra salvación; en Ella se refleja la belleza primera con la que Dios concibió a la humanidad.
En Ella se restablece el coloquio de los Ángeles con el hombre inocente; en Ella reaparece la integridad virginal que el mundo admira y que no tiene.
En Ella se cumple el misterio soberano de la Encarnación que glorifica a Dios y trae la paz a la tierra.
En Ella, el silencio profundo del alma perfecta y abierta hacia el infinito, se transforma en amor, en palabra, en vida, se hace Cristo.
En Ella, toda piedad, gentileza, soberanía y poesía es viva; en Ella el dolor se hace tan acerbo que ningún otro corazón de madre puede igualarlo.
En Ella, tanto la fe como la esperanza, la fortaleza y la bondad, la humildad y la gracia con esa estela de realismo y misterio tienen expresiones sobrehumanas.
En Ella cual cirio encendido, se irradia a Cristo y su Espíritu.
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