Señor, para poder servirte mejor,
dame un noble corazón.
Un corazón fuerte,
para aspirar por los altos ideales
y no por opciones mediocres.
Un corazón generoso en el trabajo,
viendo en él no una imposición
sino una misión que me confías.
Un corazón grande en el sufrimiento,
siendo valiente soldado ante mi propia cruz
y sensible cireneo para la cruz de los demás.
Un corazón grande para con el mundo,
siendo comprensivo para con sus fragilidades
pero inmune a sus máximas y seducciones.
Un corazón grande con los hombres,
leal y atento para con todos,
pero especialmente servicial y dedicado
a los pequeños y humildes.
Un corazón nunca centrado sobre mí,
siempre apoyado en Vos,
feliz de servirte y servir a mis hermanos,
Señor, todos los días de mi vida.
Ignacio Larrañaga
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