San Tarcisio fue un niño romano, y según la tradición se le confió llevar la comunión a algunos cristianos que estaban prisioneros, durante la persecución de Valeriano. Los paganos lo encontraron cuando transportaba el sacramento del Cuerpo y Sangre de Cristo y le preguntaron que llevaba; Tarsicio se negó a responder, entonces los paganos le apedrearon y golpearon hasta que exhaló el último suspiro, pero sin poder encontrar el sacramento de Cristo ni en sus manos, ni en sus vestidos. Los cristianos recogieron el cuerpo del mártir y le dieron honrosa sepultura en el cementerio de Calixto.
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