Jesús siente lástima, se duele del dolor, de la muerte de los débiles y pequeños, de los que no cuentan, porque parecen ser de tercera o cuarta (el Tercer Mundo…). El mundo se duele de países como Siria, Libia, Malasia, Palestina, Congo… y de tantos otros donde la oscuridad de la violencia campea a sus anchas. Nosotros nos dolemos del dolor que tenemos cerca, del amigo que lucha por su enfermedad, de la mujer recién parida que no tiene qué dar a su bebé o de la que recorres las calles para encontrar algo con lo que echar hacia delante a su familia.
Jesús siente lástima y actúa. Dice al muchacho, hijo de la viuda de Naín: “¡Levántate!”. Levantémonos a la voz de Jesús, a la escucha de su Palabra, al latido de sus bienaventuranzas. Lloremos con el mundo pero luego atendamos al que continuamente no invita a continuar viviendo, generando vida, luchando por ella de una manera comprometida y digna.
Lloremos y levantémonos, compartamos y ayudemos, siendo compasivos y compañeros de camino.
No hay comentarios:
Publicar un comentario