Este refrán, en sus dos variedades usadas indistintamente en los países habla hispana, significa que algo toca a su fin.
Hace siglos, en el pueblo granadino de Pitres, dos clérigos aspiraban a una capellanía castrense, y apostaron un día quien sería capaz de decir la misa en menos tiempo.
Como uno oyó al otro comenzar diciendo "Ite, misa est", fórmula litúrgica que antecede a la bendición final, vuelto hacía el monaguillo exclamó:
¡Apaga y vámonos!
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