Fiesta de Santa Mónica (27 agosto)

Mónica era africana, de Tagaste, región tunecina, nacida el año 331. Hija de familia cristiana noble, pero pobre, fue educada inicialmente en la piedad, ascesis y letras por una criada solícita.

En su juventud formó parte de la comunidad de creyentes que vivió duras experiencias de persecuciones contra los cristianos, y muertes martiriales. ¡En aquellos tiempos pocos males se podían temer tanto como las crueldades de una persecución impía!

A sus veinte años contrajo matrimonio con el joven Patricio, un hombre pagano en religión e infiel en moral, que la hizo pasar sufrimientos desmedidos. Pero afortunadamente, vencido por la honradez de Mónica, murió después de recibir el bautismo. Tuvieron tres hijos: dos de ellos no les crearon problemas; pero el tercero, Agustín,  fue amor y espina de dolor de su madre por sus devaneos culturales, religiosos, familiares.

Tras no pocas peripecias, un día Agustín, maestro en artes, se marchó de Tagaste a Roma, y dejó a su madre en Tagaste. Ella, que vivía con el corazón del hijo, siguió sus pasos, y acabó dando con él en Milán. Cuando eso sucedía, Agustín había cambiado ya mucho, y se estaba volviendo más reflexivo sobre sí mismo. Entonces Mónica buscó al Pastor de la diócesis, y tuvo la oportunidad de ponerlo en contacto con san Ambrosio. Éste trabajó amablemente con Agustín y Agustín se convirtió a Cristo. Recibió el bautismo en abril del año 387.

En esas favorables circunstancias, Mónica, cumplida la misión de salvar a su hijo, volviéndolo sinceramente a Cristo, intensificó su profunda entrega a Dios y a la oración, dando gracias y preparando su encuentro con el Padre. Falleció santamente ese mismo año 387.

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