¡Dichosos los sencillos de corazón!

Hoy, Jesús, con su parábola del fariseo y el recaudador, contrapone dos actitudes espirituales, dos maneras de orar, dos formas de creer y de relacionarse con Dios. Jesús nos recuerda la GRATUIDAD de la salvación, la necesidad de comenzar desde abajo, desde lo más profundo y real de nosotros mismos. Sólo desde nuestra pobreza, desde nuestra verdad más profunda, podremos descubrir el amor, la misericordia y la salvación de Dios.

La verdad es que la Palabra de Dios no nos deja descanso alguno. Porque si es verdad que hoy nadie quiere ser tachado de FARISEO (¡suena muy mal!), esto no prueba que hayan desaparecido. El fariseo es el hombre satisfecho, seguro de su valor; aquél que cree que siempre tiene razón, la verdad en exclusiva. Y… ¡cómo no!, con capacidad de juzgar y condenar a los demás. Él no tiene nada de qué arrepentirse. Son los demás los que deben cambiar.

No creo que esta “raza” haya desaparecido de nuestro mundo, de nuestras Comunidades o de nuestros corazones. Todos queremos cambiar el mundo pero son los demás los que deben cambiar. Queremos la PAZ: pero son los otros los violentos. ¡Yo no, por supuesto! Eso sí: sigo insensible e, incluso, irresponsable ante la violencia más cercana a mí; pero son los demás los culpables.

De ahí que el MENSAJE de hoy sea VIVO y DIRECTO para cuantos escuchamos a Dios y queremos seguir su camino. No nos libramos del peligro del farisaísmo. Aún más: ninguno estamos libres de esta “enfermedad”.

Ojalá seamos capaces de reproducir la actitud del pecador: no importan sus pecados, ni cuáles son. Es su ACTITUD la que justifica, la que logra de Dios el “cambiazo”.

¡Dichosos los SENCILLOS DE CORAZÓN,
porque serán salvados!

No hay comentarios:

Publicar un comentario