Habla, Señor

Que no quiero dejar tu semilla junto al camino.
No quiero ahogar palabras en el pedregal:
no pretendo el fácil contento de quien oye, se alegra... y nada más;
no quiero ser el “hombre sin raíz”, el inconstante,
el que fluctúa en el sí y el no de la conveniencia.

Tampoco quiero dejarte caer entre mis zarzas:
porque sé de mi debilidad,
porque, en un momento, te vendería por un placer,
porque sé de mis oportunismos;
porque he “aprendido” a “servir” a dos señores.

Que tu Palabra entre en mi por la Puerta Grande:
la que se abre a los amigos,
la que siempre tiene en el umbral el calor del abrazo,
la que es esperanza de fiesta para la casa,
la que es augurio de salida fecunda.

HABLA, SEÑOR
       
Quiero saber de tus caminos.
Hazme experto en tus sendas.
¡Guíame, enséñame!

HABLA, SEÑOR
Tu Palabra no será baldía en mí.

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