No te inquietes por las dificultades de la
vida, por sus altibajos, por sus decepciones,
por su porvenir, más o menos sombrío.
Quiere lo que Dios quiere. Ofrécele en medio
de inquietudes y dificultades el sacrificio de
tu alma sencilla que, pese a todo, acepta los
designios de su Providencia. Poco importa
que te consideres frustrado, si Dios te considera
plenamente realizado, a su gusto.
Piérdete confiado ciegamente en ese Dios que
te quiere para sí y que llegará hasta ti, aunque
jamás le veas. Piensa que estás en sus manos,
tanto más fuertemente asido cuando
más decaído y triste te encuentres. Vive
feliz. Te lo suplico. Vive en paz. Que nada te
altere. Que nada sea capaz de arrebatarte tu
paz. Ni la fatiga psíquica. Ni tus faltas
morales. Haz que brote y conserva siempre
sobre tu rostro una dulce sonrisa, reflejo de
la que el Señor continuamente te dirige. Y
en el fondo de tu alma coloca, antes que
nada, como fuente de energía y criterio de
verdad, todo aquello que te llene de la paz de
Dios. Recuerda: cuanto te reprima e inquiete
es falso. Te lo aseguro en nombre de las leyes
de la vida y de las promesas de Dios. Por eso,
cuando te sientas apesadumbrado, triste,
adora y confía.
Pierre Theilhard de Chardin S.J.
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