No hay Navidad para el amor: el amor es la Navidad. La Navidad es el amor de Dios. ¡Cómo no vamos a estar alegres, ya desde ahora, ante el gran acontecimiento que se avecina!
El amor es la Navidad y, la Navidad, es el amor de un Dios que baja. Que se precipita a velocidad de vértigo para salvar a la humanidad. ¿Nos damos cuenta de ello?
¡Atrévete, confía en mí, y te recogeré! (decía su padre a un niño que pretendía deslizarse por el tobogán).
¡Baja, Señor, porque te necesitamos! La Navidad es un camino, es el tobogán por el que Dios desciende para que nosotros, hombres y mujeres, disfrutemos de su presencia. ¿Nos molestaremos en salir a la ventana para ver el mensaje que trae el cielo?
Unos, los más inconscientes, jugarán con estos días como si de un juguete se tratara. Otros, ojala nosotros, estaremos al pie del Misterio: quedándonos con el mensaje de unos días en los que, Dios, ablanda el corazón de los más duros y acerca a los adversarios para que se den la mano.
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