En estos días la gente se apresura a comprar un boleto de lotería de navidad con la esperanza de conseguir algún premio que haga realidad sus sueños.
En realidad dar esperanza a los sueños es algo bello, lo malo es cuando ponemos alma, vida y corazón en esos sueños que "el azar" puede hacer, o no, realidad.
Con frecuencia me pregunto si cuando invertimos en un décimo pensamos que tenemos 0,0001 posibilidades entre millones de personas que participan en el mismo juego, es decir, la posibilidad de que nos toque a nosotros el premio es mínima, minimísima... y aquí viene mi reflexión.
Jugar a un juego impreciso y condicionado a "la suerte" no puede ser el culmen de mis anhelos porque, realmente, la lotería me está tocando cada día.
Cuando en mi trabajo mis compañeros se convierten en amigos.
Cuando entro por la puerta de mi casa y me preguntan "¿qué tal el día?"
Cuando dedico tiempo a los demás sin esperar nada a cambio.
Cuando enciendo la luz de mi cuarto, caliente y acondicionado para mis necesidades.
Cuando enciendo el televisor y descubro que yo no formo parte de las noticias trágicas del telediario.
Cuando los niños en el colegio me saludan, sonriendo al pasar y esperan una palabra amable de mí.
Cuando mis hermanas me acogen y aceptan como soy.
Cuando todos los días mi mesa está preparada para alimentarme, a mí y a los míos.
Cuando tengo el armario con ropa suficiente para abrigarme.
Cuando puedo dedicar un tiempo diario a mi encuentro con Dios.
Cuando los días grises hacen más colorido el azul del cielo.
Cuando soy capaz de ser solidaria con el que más cerca tengo...
¿No me ha tocado ya la lotería?
Encar_AM
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