Nos enseñaron a aplaudir aunque algo no nos gustara.
Nos enseñaron a tenerle miedo a la oscuridad y a creer que el sol era mejor que la lluvia.
Nos enseñaron a decir "lo siento" cuando hubiera un muerto delante nuestro.
Nos enseñaron a caminar cuando apenas podíamos sentarnos, nos dijeron que teníamos que correr cuando estuviésemos apurados.
Nos enseñaron a crecer a los golpes, nos dijeron que debíamos levantarnos si llegábamos a caer.
Nos enseñaron a vestirnos bien, a peinarnos bien.
Nos enseñaron a hacer silencio cuando hablara otra persona.
Nos enseñaron que el día que lloviera, debíamos taparnos para no mojarnos.
Nos enseñaron que para gritar había que tener motivos, y no nos dieron razones cuando preguntamos por qué cortaron el grito de algún mortal.
Nos dijeron que los hombres no lloraban, que no debían mostrar sus debilidades, que tenían que ser fuertes.
Nos enseñaron a saludar correctamente, aun a aquellas personas que no nos gustara su forma de ser.
Nos enseñaron a llorar a escondidas, porque "la risa es mejor que el llanto".
Nos insinuaron que debíamos casarnos antes de los 30, sino perteneceríamos al "sector solteronas/es".
Y cuando no aplaudimos, cuando preferimos la noche, cuando no decimos lo siento, cuando caemos y no logramos levantarnos (o no queremos), cuando no nos vestimos ni nos peinamos bien, cuando no
hacemos silencio, cuando olvidamos los buenos modales, cuando la lluvia nos moja, cuando gritamos sin razón, cuando no saludamos; cuando en lugar de reir, lloramos; cuando tenemos 40 años y seguimos
caminando por la vereda de la soledad, y cuando... cuando pasa todo esto, los maestros de la vida, se olvidan que una vez, también nos enseñaron a decir lo que pensamos y a hacer lo que sentimos.
No uses imprudentemente el tiempo o las palabras, no se pueden recuperar, la vida no es una carrera sino un viaje, que debe ser disfrutado a cada paso.
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