A veces podemos parapetar nuestra vida sin dejar a nadie entrar en ella por ¿temor? ¿egoísmo? ¿timidez? ¿evasión?...
Cuando nos cerramos en nosotros mismos y no somos capaces de abrirnos a la realidad que nos rodea la vida se ensombrece, no nos dejamos ver y creamos un escudo a nuestro alrededor que impide a los demás llegar a nosotros.
Es posible que las experiencias vividas hagan que echemos el cerrojo de nuestro interior, por temor a ser dañados... pero si queremos ser felices es imprescindible que abramos nuestro corazón a todo aquello que cada día nos presenta.
Cuando somos capaces de dejar a alguien entrar en nuestro yo más profundo y compartir con él nuestro fango y nuestros tesoros el camino se ensancha, la esperanza aparece con fuerza queriéndonos hacer ver que necesitamos de los otros para alcanzar esa felicidad.
¡Abramos nuestro corazón a la vida, compartamos lo que somos, invitemos a aquellos en los que confiamos a sentarse cómodamente en nuestro interior!
Las metas alcanzadas a veces no se ven rápido, es necesario que pase tiempo para descubrir que el hecho de haber realizado un "camino interior" con otras personas nos ha sanado, impulsado y animado a ser lo que hoy somos.
Encar
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