Con gritos de 'Viva el Papa' y aplausos, las puertas del Palacio de Castel Gandolfo se han cerrado a las 20,01 horas de este jueves, momento en que la Guardia Suiza se ha retirado, dando por finalizado el Pontificado del cardenal Joseph Ratzinger tras 2.872 días, dos horas y 10 minutos, intensos hasta el último, más aún desde que el pasado 11 de febrero, Benedicto XVI anunciara su renuncia por falta de fuerzas y por el bien de la Iglesia, convirtiéndose en el primer Papa que renuncia en 700 años. "No abandono la cruz", precisó en su última audiencia, aunque días antes había indicado que permanecería "oculto para el mundo".
El 19 de abril de 2005 a las 17,50 horas empezaba a salir humo blanco de la chimenea de la Capilla Sixtina y pocos minutos después, comenzaba el repique de campanas en Roma. Había sido elegido el sucesor de Juan Pablo II en el cuarto escrutinio, en el segundo día de Cónclave. Cerca de una hora después, el cardenal chileno Jorge Arturo Medina Estévez pronunciaba las palabras esperadas 'Habemus Papam'. Joseph Ratzinger, bajo el nombre de Benedicto XVI, era el nuevo Papa.
Tal y como indicaba el ahora ya Papa emérito este miércoles en su última audiencia general en la que estuvo arropado por unos 150.000 fieles y cerca de 70 cardenales, la barca de San Pedro, es decir, la Iglesia, ha pasado durante sus ocho años de Pontificado por días de luz en los que las aguas estaban tranquilas, como podrían ser las Jornadas Mundiales de la Juventud de Colonia y de Madrid, y otros en que la barca ha tenido que atravesar aguas agitadas, como serían el caso Vatileaks o la lucha contra los abusos sexuales.
Concretamente, el escándalo de la filtración de documentos reservados, que ha concluido con la concesión de la gracia por parte de Benedicto XVI a su exmayordomo, Paolo Gabriele, ha sido el último viaje entre aguas revueltas en las que ha tenido que navegar el Pontífice, un caso que comenzó cuando aparecieron publicados documentos privados del Papa y por lo que el Vaticano abrió una investigación criminal el 16 de marzo de 2012.
La policía vaticana arrestó al exmayordomo del Papa, Paolo Gabriele, que fue sometido a un juicio por parte del tribunal vaticano en el que fue declarado culpable por el delito de robos con agravantes y que concluyó con su encarcelamiento en una celda del cuartel de la gendarmería vaticana. Además de la investigación formal, el Papa instituyó la comisión cardenalicia encabezada por el cardenal español Julián Herranz. No obstante, sólo el próximo Papa, aparte de Ratzinger y los tres cardenales de la comisión, conocerá el contenido de dicho informe.
Además, ya desde antes de ser elegido Papa, Ratzinger tuvo que asumir un papel difícil como prefecto de la Congregación de la Doctrina de la Fe, al frente de la cual le puso Juan Pablo II, en la lucha contra los casos de abusos sexuales por parte de miembros del clero que entonces empezaban a emerger en países como Irlanda o EE.UU.
Durante su Pontificado, Benedicto XVI se ha reunido con las víctimas de abusos a las que ha pedido perdón y también en mayo de 2011 envió, a través del Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, el cardenal William Levada, una carta circular con el modo de actuar frente a estos casos a todas las Conferencias Episcopales del mundo, las cuales a su vez han tenido que redactar sendas líneas guía de actuación.
En este documento, se apunta a los obispos la necesidad de "cooperar" con las autoridades civiles y de "remitir a las autoridades los delitos" de abusos sexuales cometidos por clérigos, personal religioso o laico. Asimismo, indica que deben estar "dispuestos a escuchar a las víctimas y a sus familiares" y que el obispo tiene la obligación de remitir el caso a la Congregación vaticana.
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