Solo un corazón que ama es capaz de entender las palabras de Jesús sobre la resurrección. El discípulo amado comprende y cree. No se puede creer en la resurrección solo con la razón. Cuando vivimos la experiencia de sentirnos amados por el Señor, entonces estamos en la onda de la comprensión, de la cercanía con su misterio, que es siempre misterio de amor. Gente apasionada como María Magdalena es capaz de contagiar a otros los sentimientos que están viviendo. Ella moviliza a Pedro y al discípulo amado. Nosotros también estamos llamados a entrar en la experiencia de la resurrección y a dinamizar a otros para que hagan camino hasta comprender lo que continuamente sucede cuando estamos abiertos al amor de Dios. Abramos nuestro corazón en medio de la oscuridad para que la Luz brille como cirio de esperanza y presencia del Resucitado. Hermanos, ¡aleluya!, el Amor ha triunfado, somos campeones, campeones del Amor que nos regala Cristo Resucitado, vencedor del mal y de la muerte.
Como María, como Pedro y el discípulo amado, salgamos corriendo hacia el sepulcro, para que el Señor nos conceda abrirnos al misterio de su amor, al misterio de la vida.
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