Un violín como paisaje

La música de mi alma ilumina el horizonte y en él encuentro razones para reconocer la importancia de esa música.
La música del alma son aquellos poemas que quedan sin escribir, aquellas palabras que quedan sin decir, aquellos sentimientos que solo son capaces de salir a la luz a través de una melodía espontanea y sincera.
Esas notas hoy están armonizadas por un melancólico instrumento, el violín.
Su sonido me recuerda el azul celeste de la noche que se aproxima, el reflejo del agua en el que me veo a mi misma y a lo que me rodea, el inmenso cielo en el que lo infinito se confunde con lo más cercano difuminando la realidad hasta tal punto de llegar incluso a confundir lo real y lo surrealista.
En esos compases torpemente dados con mi violín desgastado y golpeado... descubro la belleza de un Dios que acompaña cada uno de mis acordes, invitándome a seguir tocando, vibrando, luchando y viviendo.
Quisiera tener siempre ese violín como paisaje y acariciar la música que se desprenda del firmamento y de mi propio universo.

Encar


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