El amor convierte a las fieras en príncipes


El cine y el teatro nos han hecho ver “La bestia y la Bella”. Su argumento es así: Un comerciante tenía una hija bella de rostro y de nombre. Y emprendió un viaje para mejorar sus negocios, que no le iban bien. Se perdió en el bosque y llegó a un palacio en el que no había nadie, pero sí una mesa servida, donde comió; una habitación preparada, en la que durmió; y un jardín bien cuidado, del cual cortó una hermosa rosa, para llevársela a su hija. Tan pronto como arrancó la flor, un monstruo se presentó y rugiendo le dijo: “Yo soy la bestia, dueño del palacio. No tolero que me robes una flor. Ahora mismo morirás”. El comerciante pide que le deje despedirse de su hija y ésta al enterarse de lo sucedido se ofrece a quedarse con la Bestia en lugar del padre. Así ocurre. La Bestia llena de atenciones a la joven y le propone que se case con él. Superando su inicial repugnancia, la chica acepta y al darle el primer beso, la Bestia se transforma en un hermoso príncipe. Este es el argumento, y la moraleja resulta fácil de sacar: el amor es capaz de transformar a una bestia en un príncipe. Sólo el amor.

Señor Jesús: En pequeña escala nosotros hemos comprobado también que el amor convierte a las fieras en príncipes. Pero nos cuesta amar, porque eso supone renunciar a nosotros mismos, a nuestros legítimos derechos. Ayúdanos a ser capaces de amar. Te pedimos por nuestras madres y abuelas, que tantas veces convierten la fiera que cada uno lleva dentro en un hermoso príncipe, por el amor que nos dan.

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