Un día dos monjes caminaban por una carretera de campo, mientras llovía torrencialmente. En una curva del camino vieron a un cierto punto a una muchacha, joven y bella, que dudaba para pasar un gran charco.«Yo te ayudo, muchacha», dijo uno de los monjes y, sin dudar, la tomó entre sus brazos y la dejó al otro lado del pantano.El otro monje no dijo nada.Emprendieron el camino hasta que por la tarde llegaron a un templo a rezar.Terminada la oración, por fin desembuchó:«Hermano, tú sabes bien que nosotros los monjes no debemos tener familiaridad con mujeres; y sobre todo con aquéllas jóvenes y hermosas. ¿Por qué, pues, lo has hecho?».El otro respondió:«Yo he dejado a aquella muchacha allá lejos. ¿No te das cuenta de que tú todavía la llevas contigo?».
(Historia china)
¡Cuánta solidaridad falta en nuestro pequeño mundo de la clase, la familia, los amigos!. Y cuánta solidaridad falta en el gran mundo de las relaciones internacionales. Ayúdanos, Señor, a apreciar los gestos de solidaridad que los otros tienen con nosotros y a ser nosotros solidarios con los demás, sin creer que só1o los gobernantes están obligados a la solidaridad.
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