1º Que si les dijésemos que Dios es Trinidad, en lugar de mostrarles la posibilidad de una nueva coloratura para su vivencia de la fe, casi les estaríamos situando a Dios en el terreno de lo inexplicable.
2º Que les dijésemos que la Trinidad es mentira, en la práctica su fe no cambiaría en nada. Seguirían siendo buenas personas, rectas, de Misa diaria o dominical, piadosos, etc., etc.
Sin embargo, si bien la Trinidad es inexplicable, no es mentira, es verdad que Dios es Trinidad Pero fijémonos que esa verdad no es presentada por Jesús de un modo teológico, como si nos estuviese enseñando a entender la intimidad de Dios a través de una disección de laboratorio.
Jesús presenta la Trinidad sin presentarla, no para que alguno diga: “-entonces es un invento de los teólogos”, sino para ver, para descubrir que todos podemos acceder a ella. En efecto, debemos reparar en la familiaridad con que Jesús habla del Padre y del Espíritu y en la necesidad de ese mismo Espíritu para comprender el misterio de Dios.
Hablamos de familiaridad, de comprensión y de misterio.
Una familiaridad y comprensión que nos hablan de una actitud, no de un razonamiento. Nadie razona ser parte de esta o aquella familia, como tampoco se puede razonar que una madre pase noches enteras al lado de su hijo enfermo. Ambas cosas se sienten, se viven, se comprenden.
Y esto es precisamente lo que nos ha enseñado Jesús, que Dios es Misterio, pero no misterio como quien dice oscuridad, sino misterio como profundidad de amor y de vida. Tan profundamente amor y vida, que no puede ser bajo ningún punto de vista un ser sin relación, un ser encerrado en sí mismo.
Al contrario, como amor debe ser comunión interpersonal y comunicación gozosa de vida, tanto que quiere incorporarnos a esa manera de ser vivir. Por eso el único acceso a la comprensión de la Trinidad es el amor, pero el amor vivido como Jesús: abierto a la vida y a la historia, como el grano de trigo que al morir se transforma y multiplica la vida contenida en Él.
Vemos que celebrar el misterio de la Trinidad tiene unas implicaciones prácticas muy claras:
-La necesidad de dejar de vivir la fe como si fuese un adorno que no dice nada a nuestra fe de todos los días.
-Que para comprender eso que la fe dice a nuestra vida, tenemos que querer dejarnos guiar por el Espíritu; tenemos que querer más comprender que entender, vivir que cumplir.
-Que si vemos que es mejor esto que aquello… es porque precisamente en eso se manifiesta el amor de Dios, ese amor en el vivimos, nos movemos y existimos. Ahora ¿si lo vemos? ¿Qué hacemos con eso que vemos? ¡Pues verlo es virtud del Espíritu, pero no obrar en consecuencia es responsabilidad nuestra!
-Celebramos a la Santísima Trinidad cuando descubrimos con gozo que la fuente de nuestra vida es un Dios-Comunidad y cuando, por tanto, nos sentimos llamados, desde lo más profundo de nuestro ser, a buscar nuestra felicidad en lo comunitario, en el compartir, en la solidaridad. Lo que celebremos, ahora dependerá de nosotros.
Sergio López
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