(Aleteia/InfoCatólica) El cristiano es un testigo de la verdadera alegría, la que da Jesús, afirmó el Papa Francisco que, en su homilía, puso el acento en la actitud alegre de los discípulos entre la Ascensión y Pentecostés. «El cristiano es un hombre o una mujer alegre. Esto nos enseña Jesús, nos enseña la Iglesia, en este tiempo de forma especial», dijo.
«¿Qué es esta alegría? ¿Es estar contento? –preguntó–. No: no es lo mismo. Estar contento es bueno, ¿eh? Pero la alegría es algo más, es otra cosa. Es algo que no viene de motivos coyunturales, del momento: es algo más profundo. Es un don».
Y prosiguió: «La alegría, si nosotros queremos vivirla en todo momento, al final se transforma en ligereza, superficialidad, y esto nos lleva a un estado de carencia de sabiduría cristiana, nos hace un poco tontos, ¿no? Todo es alegría…no. La alegría es otra cosa. La alegría es un don del Señor. Nos colma interiormente. Es como una unción del Espíritu Santo. Y esta alegría está en la seguridad de que Jesús está con nosotros y con el Padre».
Para el Papa, el hombre alegre, es un hombre seguro, seguro de que «Jesús está con nosotros y con el Padre». Pero esta alegría, se pregunta el Papa, ¿podemos «embotellarla un poco» para tenerla siempre con nosotros?: «No, porque si nosotros queremos poseer esta alegría sólo para nosotros, al final se estropea, así como nuestro corazón, y al final nuestra cara no transmite esa alegría sino la nostalgia, una melancolía que no es sana».
«A veces estos cristianos melancólicos tienen más cara de pepinillos en vinagre que de personas alegres que tienen una vida bella», añadió.
«La alegría no puede quedarse quieta: debe caminar –continuó–. La alegría es una virtud peregrina. Es un don que camina, que camina por los senderos de la vida, camina con Jesús, predicar, anunciar a Jesús, la alegría, alarga el camino, lo amplía. Es una virtud de los grandes, de los grandes que están por encima de las nimiedades, por encima de las pequeñeces humanas, que no se dejan implicar en las cosas pequeñas internas de la comunidad, de la Iglesia: miran siempre al horizonte».
«La alegría es una peregrina», afirmó. «El cristiano canta con alegría y camina llevando esta alegría», dijo.
«Es una virtud del camino, incluso más que una virtud, es un don: un don que nos lleva a la virtud de la magnanimidad –destacó–. El cristiano es magnánimo, no puede ser pusilánime: es magnánimo. Es propio de la magnanimidad la virtud del respirar, es la virtud de ir siempre adelante pero con el espíritu lleno del Espíritu Santo. Es una gracia que debemos pedir al Señor. La alegría. En estos días de modo especial, porque la Iglesia se invita y nos invita a pedir la alegría y también el deseo».
Según Francisco, «lo que lleva adelante la vida del cristiano es el deseo... cuanto más grande es tu deseo, más grande será la alegría. El cristiano es un hombre, una mujer de deseo: desead siempre más en el camino de la vida. Pidamos al Señor esta gracia, este don del Espíritu: la alegría cristiana. Lejana de la tristeza, lejana de la alegría simple…. Es otra cosa. Es una gracia que hay que pedir».
Hoy, concluyó el Papa Francisco , hay un motivo bello de alegría por la presencia e Roma de Tawadros, el Patriarca de Alejandría. Es un motivo de alegría, destacó, «porque es un hermano que viene a reunirse con la Iglesia de Roma para hablar», para hacer juntos «un tramo del camino».
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