El equilibrista


Cuando todavía existían las Torres Gemelas en New York, un famoso equilibrista tendió una cuerda en lo más alto de estos impresionantes rascacielos con el fin de pasar caminando sobre ella. Antes de hacerlo dijo a la multitud expectante:
"Me subiré y cruzaré sobre la cuerda, pero necesito que ustedes crean en mí y tengan confianza en que lo voy a lograr...".
"Claro que sí", respondieron todos al mismo tiempo.

Subió por el elevador y ayudándose de una vara de equilibrio comenzó a atravesar de un edificio a otro sobre la cuerda floja. Habiendo logrado la hazaña bajó y dijo a la multitud que le aplaudía
emocionada: "Ahora voy a pasar por segunda ocasión, pero sin la ayuda de la vara. Por tanto, más que antes, necesito su confianza y su fe en mí".

El equilibrista subió nuevamente por el elevador y luego comenzó a cruzar lentamente de un edificio hasta el otro. La gente estaba muda de asombro y aplaudía. Entonces el equilibrista bajó y, en medio de las ovaciones, por tercera vez dijo:
"Ahora pasaré por última vez, pero empujaré una carretilla sobre la cuerda... necesito, más que nunca, que crean en mí y confíen en mí".

La multitud guardaba un tenso silencio. Nadie se atrevía a creer que esto fuera posible...
"Basta que una sola persona confíe en mí y lo haré", afirmó el equilibrista.

Entonces uno de los que estaba atrás gritó: "Sí, sí, yo creo en ti; tú puedes!. Yo confío en ti!".

El equilibrista para certificar su confianza, lo retó: "Si de veras confías en mí, vente conmigo y súbete a la carretilla...".

Cuando en verdad le creemos a Jesús nos subimos a su cruz, muriendo a todo aquello que no nos deja vivir. Este tipo de fe nos permite ver lo invisible y tener esperanza, ya que todo es posible para el que cree.

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