a fin de que la soberbia que está siempre al acecho de las buenas obras,
no os haga perecer.
Anteponed, por tanto, las cosas comunes a las propias,
y no las propias a las comunes.
La solicitud por lo común es la medida de la perfección.
Aplicaos con instancia a la oración,
Sobre todo en las horas y tiempos señalados.
Y, al orar, saboread en el corazón lo que decís con los labios.
Vivid con tanta moderación como os permita vuestra salud.
Cuanto más sanos estéis, tanto más
alegres debéis sentiros de vuestra frugalidad
y con tanto mayor empeño debéis servir a los que precisan un trato especial.
No os hagáis notar por vuestro porte, sino por vuestra conducta.
No deis lugar a contiendas
por el hábito del cuerpo, ayudaos mutuamente
a guardar vuestro hábito interior.
De este modo,
Dios que habita en nosotros os guardará mejor
por medio de vosotros mismos.
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