Vigilad vuestras miradas. A veces vamos detrás de lo superfluo y dejamos a un lado lo importante. Lo esencial, muchas veces, es imperceptible a los ojos. ¿Vemos el aire? ¿Observamos el oxígeno? En cambio, lo comprobamos por nosotros mismos, sin ellos, no podríamos vivir.
Demos gracias a Dios, en este día, porque su presencia, sus cosas, las cosas del Señor las revela a gente como nosotros. A personas que no dudamos de El y que, por el contrario, preparamos su venida.
¡Cuántos hombres desearían tener lo que nosotros tenemos! ¡Cuántos hombres y mujeres todavía no conocen que, Jesús, nació para traernos la Salvación de Dios!
Que nosotros, ya que lo vivimos por la oración, que lo hemos recibido por el Bautismo o que lo recibimos en la Eucaristía, sepamos valorar la suerte que tenemos de ver y oir lo que el Señor nos hace y nos dice.
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