El mes de diciembre para los centros educativos cristianos es el mes de la solidaridad. Es un mes para darse cuenta de que Dios se nos da gratuitamente. Y que la única “foto” auténtica (o en lenguaje más eclesial, sacramento) que tenemos es el ser humano. De ahí que sea el mes de preocuparnos de Dios, de preocuparnos de todo ser humano. Y por eso surgen infinidad de experiencias educativas de atención al empobrecido, al necesitado: a ese Dios que nos necesita en el rostro desfigurado del “otro”.
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