La vida es efímera


Si pudiésemos tener consciencia de lo efímera que es la vida, tal vez pensaríamos dos veces antes de ignorar las oportunidades que tenemos de ser y de hacer a los otros felices. 
Muchas flores son cortadas muy pronto; algunas apenas nacen. Hay semillas que nunca brotan y hay aquellas flores que viven la vida entera hasta que, pétalo por pétalo, tranquilas, se entregan al viento. 
No sabemos por cuanto tiempo estaremos disfrutando este Edén, tampoco las flores que fueron plantadas a nuestro alrededor. Y nos descuidamos a nosotros mismos y a los otros.
Nos entristecemos por cosas pequeñas y perdemos un tiempo precioso. Perdemos días, a veces años. 
Nos callamos cuando deberíamos hablar, y hablamos demasiado cuando deberíamos quedar en silencio.
No damos el abrazo que tanto nos pide nuestro corazón porque algo en nosotros impide esa aproximación.
No damos un beso cariñoso “porque no estamos acostumbrados a eso” y no decimos lo que nos gusta porque pensamos que el otro sabe automáticamente lo que sentimos.
Y pasa la noche y llega el día; el Sol nace y adormece, y continuamos siendo los mismos. Reclamamos lo que no tenemos, o que no tenemos lo suficiente.
Cobramos. A los otros. A la vida. A nosotros mismos. Y nos consumimos, comparando nuestra vida con la de aquellos que poseen más.

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