Alza los brazos para servir de apoyo a todos los que se acerquen a ti esperando recibir acogida y consuelo.
Detente, cuando sea necesario, en la vida de los demás. No pases por alto aquello que es importante pues, los otros esperan de ti que seas ojos, orejas, boca... que acompaña su camino.
Que tu tierra sana y fuerte acoja a aquellos que te necesiten sin diferencias ni desigualdades.
Que la lluvia de Dios riegue tu tierra cada día para que se esponje al acoger la vida de los otros.
Que la lluvia de Dios riegue tu tierra cada día para que se esponje al acoger la vida de los otros.
No dividas a los que lleguen a ti, al contrario, se puente que facilite el tránsito de un lugar a otro, de un espacio a otro en el que podamos seguir encontrándonos como hermanos.
Que en tus brazos anide la gracia del cariño y la entrega que se hacen vida... dando vida.
Encar
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