y que me llamás por mi nombre.
Me ves y me comprendés,
soy obra de tus manos.
Sabés lo que hay en mí,
todos mis sentimientos,
mis pensamientos y preferencias,
mi fortaleza y mi debilidad.
Estás conmigo en mis mejores momentos
y en la hora de la cruz.
Mirás con ternura mis esperanzas,
y luchás conmigo en las tentaciones.
Te interesás por mis ansiedades y recuerdos,
por los altibajos de mi corazón.
Tus brazos me rodean y me sostienen...
Cuidás de mi con cariño, como un Padre vela por su hijo.
Oís mi voz, mi respiración y los latidos de mi corazón.
Gracias Señor, porque me amás mucho más de lo que me amo a mí mismo.
Adaptación a la oración del Cardenal Newman
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