Mc 9,2-10
Esta semana el propio Patxi nos explica el Evangelio. ¡Qué hermoso eso de estar dentro del Padre, de su blancura, gracias al hueco que Jesús nos hace en Él! Y siempre vamos a estar en el Padre. Pero ese “estar” es también dinámico, nos lanza hacia fuera para comunicar la honda experiencia del encuentro que Jesús posibilita.
El Evangelio nos invita a subir a la montaña, hacer la experiencia y bajar “revestidos” del Padre y del Hijo, con el ímpetu, la fuerza, la garra del Espíritu. ¡Qué bien se está! Pero ese “bien” hay que desparramarlo, para que siga floreciendo, creciendo y para que nunca, nunca se apague ni se agote.
Bajemos, transmitamos la historia de amistad, de amor que tenemos con Dios. Compartámosla. Es un misterio recubierto del tesoro más grande que podemos atisbar y que nadie nos puede quitar. Nos lo quitamos nosotros mismos cuando nos quedamos pasivos y no lo compartimos.
Oigamos la voz del Padre, escuchemos al Hijo, su Palabra hecha carne.
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