¡Y así no le falla nunca! Mírale, se pone de rodillas, Él, el Señor. Quiere hacerse pequeño y servir, hacer un gesto de acogida lleno de humildad. Te imaginas cómo al caminar, en tiempos de Jesús, en seguida se manchaban los pies de polvo y sudor. Se comprende, pues, cuánto se agradecía un poco de agua en los pies al llegar.
Era un gesto de limpieza, pero también de acogida y delicadeza. Mira de nuevo a Jesús nos muestra una forma concreta de ponerse al servicio de los hermanos.
Te veo, Jesús, realizar
gestos de ternura y de servicio.
Te contemplo y aprendo
a servir a Dios
y a servir a los hombres.
Te escucho, Jesús:
te vuelves al Padre,
después bendices el pan y el vino
y lo compartes con los hombres.
Te escucho y deseo
convertirme yo también
en pan y vino para los demás.
Tengo hambre, Jesús,
de conocerte mejor,
de rezar mejor,
de unirme más a ti.
Encontrar un medio tan abierto para la espiritualidad en este mundo tan desrientado y materializado es una fuente de vida.
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