Un 16 de abril Alemania regaló al mundo un hombre. Un 19 de abril la Iglesia regaló al mundo un Papa...


Benedicto XVI cumplió el 16 de abril 85 años, y tres días más tarde se celebra el séptimo aniversario de pontificado. Y lo que predomina es la gratitud hacia un hombre que da su vida por la Iglesia,un auténtico gigante que sin embargo actúa siempre como «un simple y humildetrabajador en la viña del Señor». El último siglo ha dado Papas verdaderamenteextraordinarios. Después de Juan Pablo II parecía difícil encontrar a unSucesor de Pedro que estuviera a la altura, pero fallaron los pronósticos. Porla talla intelectual, humana y espiritual de Joseph Ratzinger, sin duda. Peromás aún, porque hay una Iglesia viva, fiel al Señor, de la que brotanpersonalidades como Teresa de Calcuta, el cardenal Van Thuan o MaximilianoKolbe. De ese tronco procede Benedicto XVI, que seguramente pasará a laHistoria como un gran Papa teólogo y un coloso del pensamiento. Pero hoy seajusta seguramente más al sentimiento dominante entre los fieles la expresióncon la que santa Catalina de Siena se dirigía a Gregorio XI: «dulce Cristo enla tierra». Porque si una virtud destaca en Benedicto XVI es cómo transparentaa Cristo ante el mundo. En esto su entrega es total. La edad no le ha impedido viajara México y Cuba ni preparar ya una Visita al Líbano, en un momento de grantensión en la zona. Tampoco le frenan los ataques externos, que nunca cesan, nilos pecados de la Iglesia, que siempre afronta con admirable serenidad yespíritu de caridad. Por todo esto, y mucho más, gracias Joseph Ratzinger.Gracias, Benedicto XVI.

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