Creo en el Espíritu Santo, “Señor y dador de ida”.
Creo en su soplo, imperceptible pero lleno de fuerza, que nos estimula a crear comunión con nuestros hermanos y formar una comunidad de salvados.
Creo que él nos hizo renacer en las agua del bautismo y nos constituyó hijos de Dios y hermanos de Cristo Jesús.
Creo que en la confirmación se renueva la gracia de Pentecostés y, fortalecidos con su unción, nos enviará como miembros de un pueblo profético a dar testimonio de Cristo en medio del mundo.
Creo que el nos constituye en una comunidad celebrante para glorificar a Dios Padre y participar en el misterio de Cristo con la oración y los sacramentos.
Creo que él hace siempre actual la Palabra de Dios que se proclama en nuestras celebraciones y suscita nuevas energías para que luego sea vivida en nuestra existencia.
Creo que él es quien suscita y anima nuestra oración, para que sea “en espíritu y en verdad”: la oración de los hijos que se dirigen a Dios como a su Padre.
Creo que él , a cuantos cada domingo , participamos en la eucaristía , nos llena de su energía, de su novedad, de su vida.
Creo que él es la sueva y eficaz memoria que nos hacer revivir día a día la Pascua salvadora de Cristo en nuestra vida.
Creo que él os anima a ser testigos y misioneros del evangelio de Cristo en nuestra familia y en nuestra sociedad.
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