Lo que trasciende no son los espejismos de lo material, sino tu riqueza espiritual, lo que eres y el amor que ofreces.
Lo que vale es darte y dar, que es lo único que te enriquece, no las posesiones que acumulas.
Importa lo que construyes en el instante fugaz, no los errores de un pasado que sólo es recuerdo.
Importa la sabiduría que vives y compartes, no los títulos y cargos que inflan el ego.
Importa la verdad, no tu verdad; valen los buenos frutos, no las vanas promesas.
Lo que importa no es cuánto vives, dónde vives y qué tienes, sino cómo vives y cuánto amas.
Lo valioso está en tu interior y en el de los demás, no en la fachada.
Lo que necesitas no es lo que sólo te da placer; muchas veces lo que más necesitas es lo que menos te gusta.
No importa si te hirieron o te maltrataron, lo que importa es si eso te sirvió para crecer y perdonar.
Lo que te perfecciona no siempre está exento de dolor; porque el dolor suele ser un buen maestro, si sabes amar.
Lo que importa no es que cambies a los demás, sino que cambies tú, los aceptes y los comprendas. De hecho, una relación auténtica te libera y te empuja hacia arriba, no te aprisiona ni te anula. Lo que vale es la realidad, no tus máscaras.
Lo que cuenta no es si las penas te aturden y te trituran, lo valioso es aprovecharlas para madurar y mejorar. Nada sucede por azar, todo tiene su razón de ser y nada es inútil, aunque no lo entendamos.
Lo terrible no es que estés solo, lo cruel es que te sientas solo, incluso cuando estás en compañía.
Lo que necesitas son personas que piensen distinto, aunque te disguste, no marionetas que manejas a tu antojo. Aquellos que te quieren no son los mismos que te adulan, y los que te forman son los que pulen tus aristas.
Lo que importa está en tu esencia, no en las apariencias. Lo que permanece nace de tu yo profundo, no del ego y sus ilusiones.
Lo que importa no es a qué credo perteneces, sino cuánto sirves; no en cuál país naciste, sino en cuál das lo mejor de ti.
Lo que vale en el más acá, casi siempre, es lo que menos cuenta en la eternidad. Cuentan los puentes que nos unen, no los rótulos que nos separan; importan los firmes principios y los altos valores, no un partido ni una ideología.
Lo importante no es lo que deslumbra al mundo, lo único importante es que el amor sea lo más importante.
Lo importante es que Dios sea tu amigo constante, tu guía y la prioridad en tu vida, no "la forma" en que le llamas o le oras.
"El amor debe ser sincero. Aborrezcan el mal; aférrense al bien.
Ámense los unos a los otros con amor fraternal, respetándose y honrándose mutuamente. Nunca dejen de ser diligentes; antes bien, sirvan al Señor con el fervor que da el Espíritu. Alégrense en la esperanza, muestren paciencia en el sufrimiento, perseveren en la oración. Ayuden a los hermanos necesitados. Practiquen la hospitalidad. Bendigan a quienes los persigan; bendigan y no maldigan. Alégrense con lo que están alegres; lloren con los que lloran. Vivan en armonía los unos con los otros. No sean arrogantes, sino háganse solidarios con los humildes. No se crean los únicos que saben. No paguen a nadie mal por mal. Procuren hacer lo bueno delante de todos. Si es posible, y en cuanto dependa de ustedes, vivan en paz con todos. No tomen venganza, hermanos míos, sino dejen el castigo en las manos de Dios, porque está escrito: -Mía es la venganza; yo pagaré-, dice el Señor. Antes bien, -si tu enemigo tiene hambre, dale de comer; si tiene sed, dale de beber. Actuando así, harás que se avergüence de su conducta- No te dejes vencer por el mal; al contrario, vence al mal con el bien"
Romanos 12:9-21.
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