Navegar en la fe supone remar contracorriente


Quizá alguno de vosotros conoce la montaña de Monserrat, en Cataluña. Llama la atención en medio del paisaje que la rodea, porque tiene la forma de una auténtica sierra.
Cuenta la tradición que la primera imagen de la Virgen de Monserrat la encontraron unos niños en el año 880, tras ver una luz en la montaña, en el interior de una cueva. Al enterarse el obispo quiso trasladar la imagen hasta Manresa pero no pudieron hacerlo porque, al parecer, el peso era exagerado. El obispo lo interpretó como una señal de que la Virgen quería permanecer en ese lugar y ordenó la construcción de una ermita, que hoy es un gran monasterio. El color oscuro de la cara de María ha motivado que se le llame popularmente “la Moreneta”. La Virgen está sentada, con el Niño en su regazo y en su mano derecha sostiene una esfera que simboliza el universo; el niño tiene la mano derecha levantada en señal de bendición mientras que en la mano izquierda sostiene una piña. De alguna manera, Jesús, en brazos de su madre nos mira y quiere bendecir a todo el mundo.
Sin duda que María y José enseñaron a Jesús a bendecir desde pequeño; es decir, le enseñaron a hablar bien de los demás, a tener palabras y gestos agradables… ¿No es verdad que hay personas que siempre tienen una sonrisa, una mirada, una palabra de ánimo mientras que otras parece que siempre están criticando, poniendo pegas, diciendo solo lo que hacemos mal?
Pidamos hoy a La Moreneta, la Virgen de Monserrat, que nos ayude a sentirnos como
Jesús, cerca de ella y nos enseñe a bendecir siempre a todo el mundo.

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