Oyéndole, el niño se alarmó, miró hacia atrás y empezó a nadar
rápidamente hacia su mamá. Desde el muelle la mamá agarró al niño por sus brazos... justo cuando el lagarto le agarraba, con sus afilados dientes, sus pequeñas piernas.
La mujer trataba de sacar las piernas de su pequeño con toda la fuerza de su corazón. El cocodrilo era más fuerte, pero la mamá era mucho más apasionada y su amor no la abandonaba.
Un señor que pasaba por el lugar, escuchó los gritos, se apresuró hacia el muelle con una pistola y mató al cocodrilo. El niño sobrevivió y, aunque sus piernas sufrieron bastante, aún pudo llegar a caminar.
Cuando salió del trauma, un periodista le preguntó al niño si le quería enseñar las cicatrices de sus piernas. El niño levanto la colcha y se las mostró. Pero entonces, con gran orgullo se remango las mangas y dijo: "Pero las que usted debe de ver son estas". Eran las marcas en sus brazos de las uñas de su mamá que habían presionado con fuerza... "Las tengo porque mamá no me soltó y me salvó la vida".
Nosotros también tenemos cicatrices de un pasado doloroso. Algunas son causadas por nuestros pecados, pero algunas son la huella de Dios que nos ha sostenido con fuerza para que no caigamos en las garras del mal.
Dios te bendiga siempre y recuerda que... si te ha dolido alguna vez el alma, en aquella ocasión Dios te agarró sumamente fuerte para que no caigas.
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