No hay duda de que la Nueva Evangelización se ha convertido en eje del pontificado de Benedicto XVI; las iniciativas que el propio Papa ha adoptado así lo atestiguan. Benedicto XVI ha querido que se concrete más en la misión y pastoral de la Iglesia lo que es transversal en la fe cristiana: “que existimos para evangelizar” y que forma parte de la misión del católico desde su propio bautismo sin que ésta, en sus palabras, sea tarea de especialistas.
Pues bien, podemos correr el riesgo, a veces, de convertir los términos Nueva Evangelización en una palabra talismán dentro de la Iglesia con la que, simplemente, adornar lo que hacemos o que también se preste a cierta confusión pues todo en la Iglesia es evangelización al fin y al cabo. Así que nos ha parecido oportuno subrayar una distinción que se hace en la conferencia de presentación de los lineamenta y que dice así:
“En el Prefacio se exponen algunas ideas prácticas sobre el procedimiento sinodal y el significado de los Lineamenta. Además, se pone de relieve la distinción teórica entre:
la evangelización como actividad regular de la Iglesia;
el primer anuncio ad gentes, a quienes aún no conocen a Jesucristo, y;
la nueva evangelización, que se dirige principalmente a quienes se han alejado de la Iglesia, a las personas bautizadas pero no suficientemente evangelizadas.
En la praxis eclesial, las tres categorías a menudo conviven en el mismo territorio, por lo cual las Iglesias locales las deben practicar simultáneamente, sobre todo a causa del fenómeno de la globalización y del desplazamiento de la población por la emigración y la inmigración“.
La distinción es buena y resalta el foco de la Nueva Evangelización sobre la revitalización de la fe de quienes la tienen adormecida y no la han descubierto suficientemente pese a tener un poso inicial.
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