En la vida con frecuencia nos toca hacer equilibrios para no caer en la desgana, en la creencia de que no somos capaces de hacer esto o aquella otra cosa, en la comodidad, en el egoísmo o en la prepotencia del "todo lo puedo"...
La virtud del equilibrio consiste en conocer y creer en nuestro potencial. ¡Somos capaces de muchas cosas!
Desafiar al tiempo y al espacio en cuestiones tan sencillas como el seguimiento de Jesucristo es el mayor equilibrio que podemos realizar porque con frecuencia tendremos tentaciones, personas que piensen que estamos locos, pruebas que nos pongan en la balanza de lo que queremos y lo que deseamos.
Pero, aun con todas esas cosas que ponen a prueba nuestro equilibrio... hay algo que nunca será para nosotros motivo de balanceo: nuestra fe inquebrantable de que Dios es lo más importante de nuestra vida.
Ese Dios se manifiesta de muchas maneras, con personas, con situaciones, con acontecimientos... y en todas ellas, como creyentes, levantamos la mirada diciéndonos a nosotros mismos y al mundo que ¡Merece la pena hacer ese tipo de equilibrio! porque al final de las pruebas nos esperan los brazos misericordiosos de un Dios que se hace Padre y Madre.
Encar
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