Un gato travieso pillado por un rociador no se escapa necesariamente porque odie mojarse. Seguramente lo que le da miedo es el agua en sí. Los científicos creen que la experiencia limitada de los gatos domésticos con el agua -sobre todo grifos que gotean y el cuenco del agua- les hace temer lo que está mojado.
Esto probablemente se debe a que los ancestros de los gatos, que vivían en los desiertos, tampoco tenían mucha experiencia con el agua. Estudios genéticos llevados a cabo por el Instituto Nacional del Cáncer muestran que los parientes más cercanos de los gatos domésticos son los gatos salvajes de África y Europa y el gato del Desierto Chino. Y desde que los humanos empezaron a domesticar gatos -las pruebas más antiguas son de hace 9.500 años en Chipre- los propietarios de gatos les han protegido de la rudeza de los elementos. "Los gatos no han evolucionado para relacionarse mucho con el agua", asegura Katherine Houpt, especialista en comportamiento animal de la Facultad de Veterinaria de la Universidad de Cornell.
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