La sorpresa nos llega cuando algo inesperado llama a nuestra puerta sin esperarlo, cuando algo que creíamos imposible se hace realidad o cuando algo que creíamos que nunca seríamos capaces de realizar es realizado.
Me sorprendo cuando veo gente a mi lado altruista, cuando somos capaces de darnos a los demás sin esperar recompensa, cuando descubro que aquello por lo que tanto he luchado es una realidad que que envuelve.
Me sorprendo cuando descubro el amor verdadero en un gesto o una palabra, cuando miro a los demás sin etiquetas ni falsos juicios que han tamizado mi mirada durante tiempo.
Me admira la gente sencilla, aquella que se equivoca al hablar y que se confunde con frecuencia pero que en su corazón no alberga rencores ni odio.
Me sorprendo cuando me miro en el rostro de los otros buscando lo mejor que tienen por dentro de forma que pueda acoger esos modelos que me muestran como ejemplo para mi vida.
Me sorprende la Palabra de Dios que me hace una llamada siempre nueva y duradera.
Me sorprende la vida a cada paso, con sus momentos buenos y menos buenos, alentándome siempre a seguir los pasos de Jesús y orientándome a ser cada día un poco mejor.
Encar
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