La peonza gira y gira sin parar hasta que pierde fuerza y cae a la espera de una nueva energía que la vuelva hacer girar.
No gira por si sola, necesita de los otros para tomar impulso y cumplir su cometido de dar vueltas y vueltas.
En la vida, somos peonzas que necesitamos también energía que nos ayude a caminar desde lo verdaderamente esencial.
Dios es quien nos proporciona esa energía inagotable para cumplir nuestro cometido en la vida. Sin Él no podríamos caminar, ni reír, ni llorar, ni proponernos metas a corto o largo plazo...
Dios es el que nos lanza una y otra vez retándonos a vivir desde lo que somos y desde aquello en lo que creemos.
Las peonzas giran en un mismo sitio sin apenas desplazarse, tan solo desafían a la gravedad y originalidad de mantenerse en pie sobre una base débil y pequeña.
Nuestra vida, como la de la peonza, también es original y única... a veces nos toca hacer piruetas para mantenernos en pie, otras nos paramos a la espera de que alguien nos impulse en ese giro y otras muchas seguimos danzando bajo la mirada acogedora de Aquel que nos lanza.
Dios enrosca su cuerda alrededor nuestro abrazando aquello de somos y con extrema delicadeza nos invita a danzar.
Encar
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