Desde el Corazón... quiero vivir la sencillez

Vivir la sencillez es no necesitar tener muchas cosas para ser feliz, no cayendo en el consumismo ni en las modas que nos obligan a comprar lo nuevo, lo último. 

Vivir la sencillez es tener más alegría al dar, o al compartir, que al recibir, porque has descubierto el poder misterioso que tiene la palabra gratuidad. 

Vivir la sencillez es vaciar el corazón de todas las cosas innecesarias que lo ocupan, y llenarlo del tesoro de la amistad, de la cercanía y del encuentro humano con los demás. 

Vivir la sencillez es creer que tu valía y dignidad está en lo que eres como persona y no en lo que tienes o posición social que ocupas. 

Vivir la sencillez es solidarizarte con tantas hermanas y hermanos de tu familia humana que viven injustamente en la pobreza y necesidad, y te movilizas e implicas porque no quieres vivir mejor que ellos. 

Vivir la sencillez es poner tu confianza y seguridad no en el dinero o posesiones, sino en tus bienes espirituales, en tus convicciones y creencias, en tu fe, en tus capacidades, en tu fuerza interior y en la de aquellos que te aman y aprecian. 

Vivir la sencillez es trabajar para vivir y no vivir para trabajar. 

Vivir la sencillez es disfrutar de los innumerables regalos que la vida, la naturaleza, te ofrece constantemente cada día, y que pasan desapercibidos para la mayoría de gente. 

Vivir la sencillez es respetar y cuidar de la naturaleza con tu forma de vivir, reciclando, reutilizando, reduciendo el consumo innecesario. 

Vivir la sencillez es utilizar tu dinero para que tú y tu familia podáis vivir con dignidad, y para que los demás también puedan vivir con dignidad si lo inviertes en banca ética y si te habitúas a exigir productos que provengan del comercio justo y del comercio local.

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