Recordar la conversión es remitirnos a un momento importante en la vida de Agustín; momento decisivo, único y definitivo como lo fue la noche de su bautismo un 24 de abril del año 387; en Milán de manos del obispo San Ambrosio. “Dios toca su corazón”, logrando sensibilizarlo y convertirlo para él.
En el proceso de conversión Agustín se reconstruye, se convierte y se bautiza. El bautismo lo transforma y quiere emprender una nueva experiencia “volver a casa”, porque cuando estuvo lejos de Dios, estaba lejos de su tierra. Reconoce a Cristo y se convierte en un seguidor enamorado de Cristo.
La conversión de Agustín nos invita a una conversión continua pero en este día la invitación es a mirar el acontecimiento de la conversión y el bautismo de Agustín, llevándolo a nuestra propia vida en la que también hemos experimentado que Dios toca nuestro corazón con su amor, presencia y gracia.
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