En el amanecer de cada jornada la yema y las hojas de esta flor se vuelven hacia el Este para no perder, ni un solo instante, la fuerza que le otorga la luz solar.
Dirigir nuestros sentimientos hacia la Madre de Dios es querer aprovechar al máximo la fuerza que nos envía el Espíritu Santo; es querer broncearnos con el sol de la justicia que es Jesús; es permanecer con los pies en el suelo pero pendientes del aliento que María nos envía desde su altar.
El “girasol” es alimento de base en la vida de muchas culturas y también complemento en la dieta de otros tantos países desarrollados. Que la FE sea esa materia prima con la cual alimentemos y construyamos ese mundo tan necesitado de una hondura espiritual y humana.
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